
He de confesar que me sorprende mucho cada vez que veo un artículo en Internet en el que se pone en duda el éxito de la continuación de la saga Avatar de James Cameron.
Suelen ser artículos mal informados y cargados de tópicos sobre aquella película. Que si Pocahontas del espacio, y toda esa clase de tonterías, ya sabéis.
Primero, ignoran que los verdaderos resortes que impulsaron Avatar beben de las raíces de la mejor ciencia ficción, que crecen en territorios tan fértiles dentro del género como algunas historias firmadas por Paul Anderson, o Ursula K. Le Guin. Aunque no son las únicas influencias.
También ignoran, o han olvidado, que Avatar ganó los dos Globos de Oro más importantes, a la mejor película y al mejor director. Unos premios seguramente menos políticamente correctos, y más auténticos que los Oscars. (Los entrega la asociación de la Prensa Extranjera de Hollywood).
Película de tanto éxito que a día de hoy sigue siendo, nueve años después de su estreno, la que más ha recaudado en la historia del cine (y eso incluye películas bajo el imperio de Disney que no existían entonces, cuando se estrenó Avatar), su popularidad pronto la hizo pasto de las críticas de los imbéciles. Como, por otra parte, siempre suele pasar con este tipo de películas. (Véanse Los Últimos Jedi).
Muchos han querido ningunear la importancia de la película de Cameron centrando sus logros en el apartado técnico. Cada película de James Cameron es casi un paso hacia adelante en el mundo del cine. En el caso de Avatar esos logros fueron más allá del 3D, que no parece haber arraigado en la industria, porque en realidad, la magia del cine que vemos hoy en día es lo suficientemente poderosa como para atraer al público a las salas sin necesidad de 3D, ni, de paso, soportar unas gafas incómodas, que oscurecen la película y son tratadas de formas de lo más peregrinas por ciertos cines (Yo he ido a uno en el que te daban para ver la película gafas usadas de usar y tirar, limpiadas por ellos, según me aseguraron… en fin).
Además, la realidad es que pocas, poquísimas, prácticamente ninguna película ha sido realizada con el 3D en mente como parte de su atractivo. Excepto la propia Avatar, claro.
Yo sí que aluciné viendo Avatar en 3D. No sé si fue por ser la primera vez que veía una película así, o por más motivos. Bueno, sí lo sé. Aluciné porque era un 3D auténtico, que nueve años antes de hoy significó un trabajo con aquella tecnología aún no superado en nuestros días. Pero no fue el logro más significativo de las tecnologías cinematográficas, audiovisuales, que impulsó James Cameron en Avatar. Quizá mucho más importante fue cómo hizo avanzar las técnicas de captura de interpretación facial basada en imágenes, convirtiendo su forma de trabajar en un estándar para cualquier película de fantasía o ciencia ficción que se precie.
De forma paradójica, Cameron rescató los parámetros básicos de lo que es la actuación, casi a un nivel teatral, para subrayar su importancia en el cine comercial de nuestros días. Así, reivindicó el trabajo imprescindible del actor, en una época en la que no pocos auguraban un futuro en el que los actores ya no serían necesarios, y que serían sustituidos por los efectos especiales. Además, el nivel de calidad al que llevó las técnicas de grabación con croma fueron el primer paso de un mundo en el que, algún día no muy lejano, cualquier persona que quiera hacer cine con un nivel de calidad de efectos especiales muy bueno, y con poco dinero, podrá hacerlo. Será la democratización del hecho de hacer cine, al igual que la música electrónica y los estudios virtuales han permitido hacer con la música. Un buen guión y muchas ganas bastarán para realizar una buena película.
Y ojo, que James Cameron sigue en hacer avanzar la tecnología cinematográfica, llegando, por primera vez, en Avatar 2, a la posibilidad de grabar escenas capturando la interpretación de los actores BAJO EL AGUA, un logro que ha sido en buena medida responsable de que la producción de Avatar 2 se demorara tantos años… y no tantísimas otras bobadas y/o pajas mentales que se leen por ahí. No solo eso. El cineasta parece empeñado (otra cosa es que lo consiga) en que Avatar 2 pueda verse en salas en 3D SIN GAFAS. Por lo visto, ya ha conseguido desarrollar la costosa tecnología, basada en el láser. El problema será que en una época en la que las 3D en el cine están en franco retroceso, pueda conseguir atraer a las salas a llevar a cabo el gasto que supondría adaptarse a tal tecnología. Teniendo en cuenta que se trataría de 3D bien tratados, que es el «tito» Cameron, que podrían verse películas en 3D sin gafas ni dolores de cabeza, y respetando el brillo original de la fotografía… bueno. Atractivo es, desde luego. Otra cosa es que lo consiga.
Pero mucho más allá de sus alardes tecnológicos, Avatar fue una película redonda en lo que atañe puramente a la historia que nos contó. Sí, claro que tiene innegables semejanzas con Bailando con Lobos o Pocahontas. Pero es que esas otras historias eran UNIVERSALES. Estaban basadas a su vez en historias anteriores. Y, aunque al espectador medio (mediocre) le cueste ver más allá de la punta de su nariz, Había muchas más cosas en Avatar, como antes he apuntado. Había ciencia ficción pura, aunque contada en términos de ópera espacial, con la intención de James Cameron de hacer un saga cinematográfica que sea, en última instancia, aquello por lo que se le recuerde en el futuro, como lo que es y será Star Wars para George Lucas. Y habida cuenta el tiempo que se ha tomado en desarrollar los guiones, el otro motivo principal de tanta tardanza, en los que esta vez ha buscado la colaboración de expertos guionistas, yo tengo pocas dudas sobre la calidad de las historias que cobrarán vida ante nuestros ojos en Pandora.
La intención de Cameron es la de llevar a cabo una saga generacional, que nos cuente la historia de una familia a lo largo y ancho de la luna Pandora, siguiendo los folletinescos patrones de historias tales como Star Wars o El Padrino. Sé que habrá gente que se quiera arrancar los ojos cuando lea dentro de un mismo marco a El Padrino y Avatar. Pero yo estoy convencido de lo que escribo. Avatar será una de las principales sagas de la historia del cine, ya sea de ciencia ficción o no, habidas y por haber.
A ello ayuda no poco el tercer apartado principal que me faltaba por tocar en este artículo: el diseño de producción, o, podríamos decir, el diseño en general. El diseño de un mundo nuevo, arriesgando en lo visual para hacérnoslo vivir, y haciéndolo más real gracias no solo a la apuesta por nuevas tecnologías como el 3D y la captura de interpretación de las que hablaba antes, sino también, y quizá sobre todo, por el rigor y profundidad con que Pandora fue diseñada. De este modo, diferentes aspectos científicos, a un nivel astronómico, geológico, biológico y social, fueron desarrollados para hacer creíble el marco de la historia (a la par con los artistas visuales que trabajaron y siguen trabajando en Avatar), y dotar a esta de una veracidad inaudita en la ciencia ficción cinematográfica, tanto antes como seguramente después de Avatar.
Conocidas son las noticias de gente que decía enfermar de puro asco, después de asistir al espectáculo de Pandora y darse de nuevo de bruces con la realidad, al salir de la sala, tales eran las sensaciones audiovisuales que prodigó con desparpajo Avatar.
Cabe destacar que la imaginería de Avatar ha sido imitada mil veces desde su estreno, en multitud de propuestas cinematográficas y audiovisuales.
Me pregunto, a estas alturas del artículo, el por qué de tanto odio que generó Avatar. El por qué de tanto linchamiento por parte de los haters. Bien. Así es la podredumbre del espíritu humano. Tenemos cosas buenas y malas, igual que hay gente buena y mala. En general, los haters son gente con escaso criterio y personalidad, que se dejan conducir como una manada por poderes fácticos que ignoran. (Vamos, igual que los supremacistas catalanes). En el caso de Avatar, uno de sus principales enemigos, fue la Iglesia, que siempre se alarma ante propuestas culturales masivas que encandilen la imaginación colectiva. Y con la metafísica de Avatar, para mí mucho más idónea para los tiempos que corren que las enseñanzas de la Biblia, algunos se alarmaron bastante. Hablo sobre todo de ámbitos ultra-conservadores como los USA. Sí, son capaces de lo mejor y de lo peor (Siendo Trump de lo peor, por supuesto, y explicación de buena parte de los males que asolan aquel país).
No debemos perder de vista el argumento de Avatar: Es totalmente contrario al del votante típico de Trump. ¡Ganan los indios! No solo eso, pardiez, el protagonista se alía con ellos… es casi una blasfemia para el norteamericano típico. Por eso, Avatar fue bastante ninguneada en los Estados Unidos. No es el único caso. Películas mucho menos trascendentales, pero para nada malas, como la Warcraft de Duncan Jones (que si acaso peca de querer decir demasiadas cosas en demasiado poco tiempo), también fueron denostadas por poner a supuestos malos típicos en el papel de héroes.
Una de las críticas negativas a Avatar que más pena me han dado, y digo pena por el crítico, ha sido la del escritor del libro en el que se ha basado Aniquilación, la película de moda de ciencia ficción.
Que no se me entienda mal. Aniquilación me gustó mucho. Me parece una gran película de ciencia ficción, que tiene cositas que la acercan casi al nivel de obras como la original adaptación cinematográfica de Solaris. Sin llegar a tanto, porque también tiene ciertos fallos de guión que hacen que el nivel general de la película al final no sea para tanto como dicen algunos por ahí. Pero vaya, es una película de buena ciencia ficción, para mi gusto. Avatar también lo es, ahondando más, desde un punto de vista cinematográfico, en aspectos filosóficos como los que podemos ver en películas como 2001, o Solaris, (más de ciencia ficción dura que de ópera espacial), mucho más de lo que el espectador descuidado es capaz de ver. Yo, la verdad, creo que Van der meer le tiene manía a Avatar por pura envidia. Porque popularizó a un nivel audiovisual una historia en la que había elementos que obsesionan al escritor. Elementos en los que Avatar, a pesar de ser ópera espacial, llega más lejos que la película Aniquilación. Porque puede que James Cameron se mire bastante menos el ombligo que otros.
Quizá fue por no desbordar un metraje que podría haber sido ya excesivo, Cameron cometió el error de quitar algunas escenas de la versión final del filme, SOBRE TODO, UNA EN CONCRETO, El Cazador de Sueños, que hubiera elevado el nivel de la ciencia ficción pura (y dura) de la historia a cotas de Solaris y 2001. (En cualquier caso, la escena está ahí, de forma implícita, como parte de la historia, aunque no como parte del montaje final de la película).
Me refiero a la escena eliminada (que puede verse sin los efectos especiales finales en la versión «deluxe» del DVD y BR) en la que Jake Sully ha de someterse a la ceremonia para ser aceptado en la tribu. La escena se corta en la versión final, restándole trascendencia, pero tal como estaba escrita, y llegó a rodarse, Jake Sully entraba en contacto con Eywa, la divina entidad femenina que gobierna la naturaleza de Pandora. Es una preocupación por la naturaleza que siempre ha estado presente en James Cameron desde su años de estudiante geek, y que se plasma también en su defensa de los bosques y las tribus de la Amazonia, en contra del capitalismo sin escrúpulos. Pero es, además, desde el punto de vista de la historia, un momento en el que Avatar hubiera tenido poco o nada que envidiar a las profundidades metafísicas de Aniquilación.
Esa obsesión ya estaba presente en las primeras semillas de la historia que vemos plantearse en Avatar, allá por 1978, cuando un jovencísimo James Cameron rodó su primer corto de ciencia ficción, XENOGENESIS, en cuyo prefacio ya se habla de una raza de seres humanoides extraterrestres de piel azul que luchan contra una entidad cibernética. El Corto es una obra maestra del stop motion típico del cine de los sesenta, como Jasón y los Argonautas, en la que vemos además otros detalles presentes en toda la cinematografía del director canadiense. Me refiero a su fijación por el tema de armaduras mecánicas controladas por pilotos humanos, que vemos ya en Xenogénesis, y luego en Aliens (la continuación de Alien), en Abyss, en la misma Titanic, y en Avatar.
Para terminar, me gustaría recalcar un dato evidente, para todos aquellos que dudan del éxito de Avatar 2, o como he leído por ahí, INCLUSO QUE LLEGUE A ESTRENARSE AVATAR 2:
Disney ya ha programado las fechas de estreno para todas sus próximas películas de Star Wars para que NINGUNA coincida en las navidades de 2020 y 2021 con Avatar 2 y 3.
Avatar 2 y 3 están siendo rodadas a la vez ahora mismo, con la novedad que supondrá el día de su estreno lo que contaba más arriba, de incluir por primera vez en una película escenas grabadas de captura de movimiento de actores BAJO EL AGUA. (No una imitación por ordenador de un entorno submarino).
Al elenco de actores original, entre los que repiten prácticamente todos, se suman la titánica Kate Winslet, que será una na’vi, Oona Chaplin, (la nieta de Charlot, conocida por su personaje en Juego de Tronos), y unos cuantos más, incluidos varios niños, que darán vida a la nueva generación de la familia Sully.
Si tienen éxito en las salas, y yo no lo dudo, creo que ya lo habéis adivinado, luego se rodarán también juntas Avatar 4 y 5, para estrenarse en 2024 y 2025. También para esas fechas Elon Musk estará intentando llegar a Marte, y Rian Johnson estará estrenando su propia trilogía de Star Wars, de la que me caben pocas dudas acerca de que serán las mejores películas de Star Wars jamás hechas…
EDITADO, a día 07 de mayo de 2019: tras la adquisición de Fox por parte de Disney hoy dicha compañía ha hecho público su calendario de estrenos hasta 2027. Se confirman las cuatro nuevas películas de Avatar, que se estrenarán en las Navidades de 2021, 2023, 2025 y 2027, alternándose en los años pares (desde 2022) con las películas de la nueva trilogía de Star Wars.
Una mención final para la muerte de James Horner, cuando pilotaba su propia avioneta en 2015. Me dio muchísima pena aquella noticia, porque siempre he sido admirador de gran parte de su trabajo. Incluidos sus sempiternos «tanananán», que usaba en casi todas sus películas, también en Avatar, por supuesto. No sé quién será el músico encargado de sustituirlo, pero estoy bastante convencido de que lo hará muy bien, que James Cameron no es de los que deje ese tipo de cosas al azar.
Como dato curioso, me gustaría añadir que cuando se estrenó Avatar no se habían descubierto aún planetas en torno a ninguna estrella de Alfa Centauro. Hoy en día sí se han descubierto ya algunos, en torno a Próxima Centauro, la enana roja del sistema. Los datos parecen indicar que uno de ellos es un mundo oceánico, que es algo que casualmente imaginó Isaac Asimov para nuestro sistema estelar vecino en su saga de La Fundación; y siendo la investigación oceanográfica una de las principales pasiones de James Cameron.
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