
Esta es la entrevista:
http://lab.cccb.org/es/optimismo-enfadado-en-un-mundo-sumergido-una-conversacion-con-kim-stanley-robinson/
He de señalar, antes que nada, que es bastante posible que dicha entrevista sirviese al autor para inspirarse para su nuevo libro: El ministerio del futuro.
Aquí, aunque en general entiendo y comparto su punto de vista, hay ciertas contradicciones en el pensamiento de Robinson (quizá condicionado por el entrevistador). Se ve en lo que dice de cómo salvar a las especies de la extinción masiva. En lo de llevar osos polares a la Antártida, justo después de decir que la solución no está en salir de nuestro mundo y formar colonias en otros, sino en salvar el nuestro. Por supuesto debemos salvar el nuestro, hacer todo lo posible en luchar contra el cambio climático. Pero esas acciones deben ir de la mano con las de hacer todo lo posible por salir de este mundo. Mucho me temo que Robinson es DEMASIADO optimista acerca de lo de que la humanidad nunca se extinguirá. Todas las especies se extinguen.
Y la mayor parte, hasta ahora, por grandes cataclismos geológicos y cósmicos, no provocados por el ser humano. Sí somos responsables del cambio climático, pero no podemos defendernos del choque de un cometa, de un desastre geológico masivo, o de una supernova.
Tenemos que estar establecidos en varios mundos, como sería menester hacer en la Tierra (en varios lugares diferentes, como la Antártida) con los osos polares; si queremos sobrevivir a largo plazo como especie. El propio autor se contradice al hablar de esa solución para los osos polares, pero obviarla para los humanos, poniendo en demasiada ventaja nuestra inteligencia, yo diría. Si no nos extinguimos, en todo caso, será por nuestro afán de ir más allá y de superarnos a nosotros mismos. Sí, por nuestra inteligencia e imaginación. Hemos de saber aprovechar al máximo las posibilidades de desarrollo tecnológico de nuestro tiempo, muchos de cuyos principales avances se derivan de los años de la carrera espacial entre las dos superpotencias del siglo XX.
Porque además, una sociedad demasiado complaciente consigo misma está más indefensa, y menos preparada para actuar cuando haga falta actuar.
Así que, aunque en un par de siglos podamos empezar a superar el cambio climático, en el mejor de los escenarios de futuro posibles, habrá más cosas de las que preocuparse.
Yo, al contrario que Robinson, no veo alternativa al capitalismo, sino que creo que ya está todo inventado en economía, y que lo que hay que hacer es mezclar el capitalismo con políticas sociales cada vez más vanguardistas (desde nuestro punto de vista actual), para hacerlo práctico.
Desde luego, estoy de acuerdo con él en la forma miope, cortoplacista y destructiva que acompaña en general al capitalismo en nuestros días, pero su querencia por provocar un fallo en el sistema es preocupante, porque podría dejarnos sin capacidad de maniobra.
El motor capitalista es viejo, ruidoso y explosivo… pero funciona. Nos mueve. La humanidad perecerá cuando se quede quieta. Cuando sea demasiado complaciente consigo misma. La solución, que no sé si ha abordado adecuadamente todavía Robinson en sus novelas (diría que sí, pero a veces parece que no… quizá de esta intención subversiva venga el tono pesimista de su novela Aurora, sobre el primer viaje tripulado de la humanidad a un planeta quizá habitable en torno a otra estrella lejos de nuestro sistema solar), puede estar en llevar el comercio al espacio. A los asteroides, a Marte, a las lunas jovianas… De hecho, no se me ocurre mejor motivo para salir ahí fuera que el propio peligro del capitalismo. La mejor forma de superarlo es usarlo para el mayor beneficio posible para la humanidad en su conjunto, antes de que el motor explote, y nos deje tirados, en medio del desierto.
Las mayores posibilidades de salvación de la humanidad serán poner toda la carne en el asador de esas empresas espaciales, pues permitirán descongestionar la Tierra, dándonos algo de tiempo para hacer mejor las cosas aquí, de forma paralela a la colonización del sistema solar.
La izquierda tiene algo de ingenuo, en general, que a largo plazo puede ser tan potencialmente destructivo para la humanidad como el capitalismo irresponsable.