Cuando digo «hispanohablantes» me refiero primero y sobre todo a los españoles, aunque también a todos los demás países latinos. Y no quiero que esto suene generalista. Sé que hay mucha gente, empezando por mí mismo, en todos estos países, que ama la fantasía.
Pero he querido escribir esta entrada del blog por una razón.
Fui de los primeros en descubrir «Juego de Tronos», primer libro de una saga de nombre «Canción de Hielo y Fuego», en su primera edición, a principios de este siglo, en una estantería en la sección de libros de una conocida franquicia de grandes almacenes española. Fue en el centro comercial Bahía Sur, en San Fernando, Cádiz.
Se lo recomendé a todos mis amigos roleros y amantes de la fantasía, aunque luego ellos acabaron leyendo todos los libros, sin que yo pasase del primero. No es que no me gustase, pero había cosas que me gustaban más.
Además, había algo en aquellos libros que a mí me sonaba muchísimo, como si ya hubiese estado allí.
Años más tarde descubrí que efectivamente, en cierto modo, ya había estado allí.
Hay dos grandes raíces de las que surge el prodigioso árbol de la fantasía grimdark martinesca. Una que tiene que ver con la Historia real, la conocida como «Guerra de las Rosas» británica, que es algo que le sonará a casi todo amante de la saga, incluso a los que la hayan conocido solo en su versión televisiva, y otra menos conocida, que tiene que ver con la literatura fantástica, que es la que me ha llevado a escribir esta entrada. Reconocido por el propio autor, George R. R. Martin (que incluso a modo de homenaje puso el nombre de dos personajes protagonistas de la obra que le inspiró a personajes secundarios en la suya -eso que se llama ahora huevo de pascua-), fue una obra en concreto la que le impulsó a escribir su saga de fantasía. Se trata de «Añoranzas y Pesares», de Tad Williams. («Memory, Sorrow and Thorn»). Añoranzas y pesares es, tanto temática como estilísticamente, el eslabón perdido en la cadena que va de J. R. R. Tolkien y «El Señor de los Anillos» a George R. R. Martin y «Canción de Hielo y Fuego».
El sugerente y maravilloso título de aquel primer libro de la saga, con portada obra de Michael Whelan (autor de todas las portadas originales de la saga, hoy conocido sobre todo por ser autor de las de «El Archivo de las Tormentas» de Brandon Sanderson, así como «La Rueda del Tiempo», aunque también lo ha sido de muchas otras obras de fantasía y ciencia ficción), era: «EL TRONO DE HUESOS DE DRAGÓN». Y no es casual, que hubiese en Hayholt un trono hecho de materiales poco usuales. (No es que estuviese hecho con el material de los huesos, sino que el trono lo conformaban los propios huesos. Solo una de las muchísimas ideas que tomó de «Añoranzas y Pesares», y a las que dio forma Martin en su obra).
Aquí abajo la portada y contraportada originales de «El Trono de huesos de dragón».

Yo leí la saga de Tad Williams a los 17 años. (Tres libros, cuyo tercer volumen fue dividido en dos en muchas ediciones por su para entonces desmesurada extensión, para conformar una artificial tetralogía que su autor concibió siempre como trilogía). Fue la primera obra que hizo que yo quisiera ser escritor. Recuerdo escribir unos pocos folios a máquina inspirado por aquellos libros en una vetusta máquina de escribir Olivetti. (No había ordenador, nunca lo hubo, en mi casa familiar).
Por eso me resultaron tan conocidos los paisajes de Poniente. Yo ya había caminado por tierras de mundos alternativos, muy próximos a aquel. La saga de Williams era un cruce entre algo que se acercaba ya a la novela río que luego fue Canción de Hielo y Fuego, y el estilo más clásico del viaje del héroe tolkiniano. Pero ojo, no nos engañemos. Si desproveemos a los libros de Martin de su para entonces innovador rollo grimdark y su miríada de personajes, en el fondo lo que hay en ella es otro viaje del héroe, solo que en su obra está escondido entre la inmensa dimensión de su número de páginas y personajes.
Y bien, ¿quién CARAJO conoce en el mundo hispanohablante la obra de Tad Williams? Pues a ver… prácticamente nadie. Y ahí quería yo llegar.
Williams es lector de culto en los países anglosajones, donde sus obras se reeditan continuamente, y la continuación de «Añoranzas y Pesares», una nueva trilogía escrita y ambientada 30 años después de la primera, se está publicando libro a libro. En España, en cambio, Añoranzas y Pesares está descatalogada (yo tuve la suerte de poder comprar de nuevo los cuatro libros con sus portadas originales por 20 euros en una tienda de rol y juegos de mesa de Madrid, en plan liquidación de existencias, después de que perdiera los míos al dejárselos a un primo mío de mi tierna juventud, muchos años ha -ya no dejo apenas libros-).
Por supuesto, no hay ni siquiera noticias lejanas de que nadie publique por aquí la nueva trilogía de Tad Williams.
Todo esto es lo que me lleva a la triste reflexión que me ha hecho dar título a esta entrada.
A lo largo de estos años he visto como gente que normalmente no tocaría un libro de fantasía ni con un palo caía rendida ante «Juego de Tronos», e incluso leía los libros, aunque luego, normalmente, no sean capaces de leer nada en su vida. Supongo que es por lo fascinante del lado folletinesco, sangriento y sexual de la obra. Pero la fantasía que subyace está más allá de todo eso, y Martin es un maestro en saber plasmar también esa fantasía. Quien más le inspiró para hacerlo fue Tad Williams, y desde aquí no puedo sino recomendaros encarecidamente que busquéis y leáis «Añoranzas y Pesares». Visitaréis tierras que, si conocéis Poniente, os resultarán evocadoras y familiares, aunque desde una perspectiva bastante menos grimdark (que no exenta de misterio y dosis de horror).
Habría que analizar también si el título con que tradujeron la saga: «Añoranzas y Pesares», que más bien parece el de un poemario de Rosalía de Castro (sin desmerecer para nada, ¿eh?), fue el adecuado.
La traducción literal sería: «Memoria, Pena y Espina», que es el nombre de tres espadas mágicas.
Estas de abajo fueron las portadas de las reediciones.
Me inspiró a escribir mi propia trilogía de siete libros. Es una de mis series de fantasía favoritas.
George R. R. Martin.
Innovadora. Cambió la forma en que la gente concebía el género y asfaltó el camino para fantasías más modernas, incluida la mía.
Patrick Rothfuss.
